La forma en que interpretas las situaciones de la vida, la define la limpieza de tus lentes.
Esta analogía la uso mucho para entender, incluso para explicar, que la manera en que interpretamos muchas cosas que nos suceden, se debe al estado de los lentes con que estamos mirando.
Los lentes se empañan por la calidad del aire de nuestro entorno, se rayan, se ensucian de polvo y al usarlos sucios, no vemos con nitidez lo que tenemos al frente. Para poder seguir viendo con claridad, tenemos que hacer una pausa y limpiarlos.
Así mismo es la forma en que asumimos nuestra vida. A veces está empañada de experiencias negativas, de heridas emocionales, de falta de perdón, que por no haber hecho una pausa para sanar y depurar, va perdiendo su claridad.
Para ponerte un ejemplo, como ya te he contado cuando era adolescente, luché con problemas de autoestima. Me creía fea y sin gracia. Y precisamente mis lentes estaban opacados por ese concepto que tenía sobre mi misma. Varias veces me sucedió que, si alguien me miraba en la calle yo inmediatamente asumía que era por “lo fea que yo era” o que seguramente tenía un mugre en la cara o que estaba mal vestida: Sucio en mis lentes. Sucio en mi propia percepción. ¿Por qué no simplemente pensar que me habían mirado porque les parecí familiar o por algo positivo? Y así vamos transitando por los años tomándonos todo personal, asumiendo cargas que no son nuestras y reforzando mentiras que no existen. Hagamos una pausa y limpiemos nuestros lentes.
Por eso, cuando te encuentres frente a alguna situación que te este incomodando, analiza: ¿Estoy viendo esta situacion desde una perspectiva neutral o la estoy filtrando a traves de mis lentes? Y ahí, si indagas profundamente, encontrarás la respuesta.